viernes, 3 de junio de 2016

Siempre esa puerta…

Era tan impactante verla de frente, era gigante y rustica, no sé si sea porque mi mente siempre busca caras en las cosas pero esa puerta la tenía, y era mala, enojada, casi furiosa, pero si tenía que llegar a mi felicidad tenía que cruzarla, los abuelos vivían atrás de ella, siempre el viaje a Saltillo. Era una delicia ver los paisajes, la carretera, pero toda alegría se topaba en esa puerta, a veces llegué a pensar que cuando llegaba a esa puerta era capaz de absorber mi felicidad; seguramente eso comía.... así que tenía que enfrentarla. Lo que sí, es que jamás la toqué, tenía una piedrita escondida, atrás de las buganvilias moradas, tenían que ser moradas porque en las noches que mi pecho no quería respirar la abuela salía corriendo a hervirme tres flores... tres flores salvaban mi vida... pinche puerta, ¿porque no pusieron una blanca que sonriera? Ni modo, a buscar la piedra, la maleta me sirve para sentarme, siempre la veo con miedo; ¿y si solo le gritara a la abuela para que la abra?... Pero la abuela está súper sorda... capaz que mejor salto la barda... ¿cómo le deseas la muerte a una puerta? Con razón me llevan al psicólogo.... ABUELAAAAAAAAAAAAA!!